Cuerpo escultural. 2018. Fotografía.
El nombre de la serie sugiere de entrada una duda sobre la naturaleza de la obra: aunque técnicamente se trata de fotografías, bien podría hablarse también de una serie escultórica, de un cuerpo escultural, en el sentido en el que los fotógrafos alemanes Bernd y Hilla Becher llamaron a su obra “esculturas anónimas”.
No se trata de ilustraciones aisladas de ciertos diseños industriales, sino que su significado, su sentido, se construye a través de una red de fotografías dispuestas para ser vistas en conjunto. Un recuento de relaciones entre sus partes constituyentes, diseñadas originalmente para ser ensambladas y funcionar de manera conjunta. En este sentido la serie plantea otras preguntas acerca de la construcción del significado, en este caso la serialidad y las conexiones que esta hacen evidentes, que se suman al significado en sí de cada imagen.
¿De qué trata la imagen que construyen en su totalidad? Para el autor es innegable cierta referencia a monumentos macabros, a la manera en que el ser humano se distorsiona a sí mismo bajo la excusa del progreso. La producción industrial, en serie, en miniatura, estructuras tremendamente humanas y sociales, registro de nuestro tiempo.
Sin embargo el lente macro con que fueron tomadas revelan una sensación de pérdida y melancolía: por un lado hace visible una construcción imperfecta, falible que en su pequeñez oculta su sentido destructor de la condición humana, tan mal hecha como estas piezas.
Esta subjetividad contrasta con la objetividad de catálogo comercial de las fotografías, una supuesta esteticidad que en verdad antagoniza con unas piezas mal fabricadas. Piezas que de todas maneras son difíciles de fabricar pero que gracias a economías de escala logran precios irrisorios y que a través de esta serie se tratan de inflar: estas fotografías quieren darle a estos objetos el valor de esculturas, de obras de arte, al tiempo que hincha su valor comercial por este mismo método.







